Ella

Morir es un acto de élite, un verbo de miedo, un suspiro único, una última caída. 
Tan egoísta e identificable, 
tan solitaria y despojada de piedad,
tan puntual e inoportuna,
tan sigilosa y astuta,
tan nocturna y atenta,
tan profunda y contradictoria,
tan soez y liviana, cual pestañas cayendo de sueño.
tan imprudente y metafórica,
tan señorial y bien vestida,
tan omnipresente e intermitente,
tan tersa y áspera como un baúl sin salud.
tan silente pero elocuente,
tan triste y tan risueña que agota el tanque de oxígeno.
Tan intangible, inmediata e invasiva que parece rozarte las astas de la espalda, tan densa y cálida que la sientes como un abrazo manso, tan inhóspita en razones, se le siente el pulso, el aliento, los dientes. Tan irremediable, tan envolvente, tan pulcra y sangrienta, tan parte de la vida que mata de la intriga, tan inigualablemente ella, tan dueña de sí.

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