Cita de tres tristes párrafos




Las habitaciones: cueva, remanso, descanso convexo, respiro simétrico, descenso lineal, abrigo grueso, isla techada, galaxia en Tierra, paz en plural, fuente de sueños, terapia con brazos que arrullan, cantan y suavizan hasta convertir tu fachada en una fotografía que respira, tal como las paredes lo hacen para hacerse pasar por compañeros de veladas así. 


Y como envolvemos la cabeza en una burbuja hueca de pálida gritería, envolvemos también este solo cuerpo en un desfile de existencias que se extiende a lo largo del crujir de hojas secas bajos los pies, pero finalmente…es el mismo zapato andante. Un mismo cuerpecito redundante en la inmensidad de la naturaleza aburrida de la dieta sostenida en ruinas, polvo y bisagras que cierran y abren días, ¡ja!, la más civilizada de las cadenas perpetuas. Entonces, bien…


Arrimé la cabecera de la cama a mi cerebro donde se guardan las almohadas, los momentos que a su vez guardan recuerdos con cuidado, como un escándalo televisado. Dejé de pensar justo donde la arena deja de ser contada, resolviendo hablar más, así menos me desangro. Se acunan las sábanas en una sola bola olor a lavanda, las lenguas se abrazan y bailan tango, las cortinas vuelven a su lugar con porte de damiselas regañadas, se ve venir el desecho de palabras moviéndose  cual gusano pisoteado, retorciendo sus curvas babosas al son del afinado sufrir. Esas palabras pronuncian que entre más se callen, más coleccionan secretos por decir.

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