CÁPSULA N° 44: A LA VÍBORA DE LA MAR

Cuando todo se calla y no queda más que la mente reproduciendo ese sonido de pasillo olvidado, de ceguez inmortal, de un silencio tan incorruptible que espantaría a la mosca más impertinente...es cuando temo. Se abren puertas que creía inexistentes, se resbala el tiempo en su propia prisa, se eriza la luna y el cielo sonríe cómplice como si fuese su gesto natural. Comienza el show.

Temo cuando los cambios apuntan hacia estado más orgánico de la vida sin dejar espacios para ser la excepción. Nos van a desollar. Es como si el universo se acomodara la médula de un solo retorcijón y reconociera a quienes contiene como piedras preciosas en pleno proceso de sintonía, recapacitando en su valor, brillo y esplendor. Filtra, los que quedan son pulidos y ascendidos a un nuevo status de conciencia. 

A la víbora de la mar, 
por aquí podrán pasar, 
los de adelante corren mucho 
y los de atrás se quedarán, 
se quedarán...

Cuando todo se calla, se abren de par en par urnas en el pecho, buscando luz y oxígeno, lugares menos frágiles y estrechos. Me entero de lo que contengo. Se siente como la noche más helada del año, peligrosa pero necesaria para apreciar los días venideros. Y es cuando finalmente siento la melodía compuesta para mí, que no quería escuchar por evitar esas fiestas a las que mi mente me invitaba... y de las que temía no regresar.

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