Benditos labios rosa

Me vuelvo déjà vu en tus frases concubinas de mi eterno delito: la ingenuidad. Con frío de luna y el cuerpo siendo todo aquello que siempre quiso ser: ausencia, tiempo, avión. Qué bueno es cuando se sueña que se está en el cielo de algún cielo, que la espera no existe y el infinito queda a la vuelta de la esquina, en el compás de un vaivén, a la sombra del siguiente árbol que no tiene un por qué en ninguna parte.  Me gusta quien soy contigo, te lo repito, te lo canto, te lo digo en versos, en besos y desnudando mi cuello para que se convierta en el azar de tu boca, qué bueno es convertir mi sangre en vino del fino en honor a tus benditos labios rosa.

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