Yas far fan

Soñé con personas que no conozco y me gustaría conocer. Conservan en su mirada la atracción señorial de una biblioteca en cuya memoria se extravió el reservorio de la razón. Habitan en mí, se propagan en la extensión de ese típico vacío de sensaciones indefinidas que confieren a los actos un ritmo en espiral. Los recuerdo cuando la imaginación se acurruca bajo los párpados cansados de lo que ven en vida: brisa unidireccional en fila esperando el autobús, casas con comedores, techos y decoración tradicional, floreros finos gestando impureza larval.
Desperté por un poco de agua, supe que seguían conmigo cuando escuché en la nevera vocecillas, se escondieron detrás del brócoli di subito, noté el paté incompleto, algunas naranjas haciendo equilibrio en pirámide y huellas en el flan. Torpes. Acto seguido desmayé, no supe más de mí hasta reaccionar de nuevo sobre esa atmósfera sin piso. Estaba entre horrorizada y sonriente como unas trompas de Falopio. Otrora me hubiese dejado ahogar por el estado de inconciencia; esta vez, en cambio, fui más allá de los telones que se despliegan cuando caes así de rendido a los pies de la inmolación mental. Los vi acercarse, recuerdo con total claridad la incomodidad que me producía escucharlos relatar ridículas historias de paralelepípedos en cuclillas, anexo al experimento de hablarles más por poner a prueba la paciencia que por educación. Sin embargo, persistió la atracción, me derretían sus cabellos en ondas, sus pies firmes, la luz que emanaban cual helechos en jardines ancianos.
Caí.



Fue descarado pecar sobre el pecado, sonorizar nuestros labios champagne al contacto con los besos, reconociéndote como uno de ellos, fue un ataque al corazón que me hayas gustado por segunda vez,  como si a través de tu cama alargaras el brazo y lograras tocarme a larga distancia movido por el aroma de feromonas y la sustancia de canciones madrugadas que se cantan just for fun. 


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