CÁPSULA N° 48: OJERAS

Ojeras, hamacas abiertas al cielo que reposan debajo de tus ojos con esa dulzura, esa bendita dulzura. Lunitas menguantes que sombrean con delicadeza la eternidad de tu mirada, sumergida por inercia en mi parpadear. Tu miel cuando me mira, el suave oleaje de tus pestañas diciendo lo que la lengua se traga. Criatura de terror, espíritu falaz que con cada vistazo me convierte en moléculas de moléculas dispersas en el universo. Pero ¿Qué sería de mi alegría sin esas palabras que quedan al otro lado de tu sonrisa? Soy feliz con el pecado que me impuse cometer: viajar a ti. Ser presa de tus ojos y quedarme en ellos a vivir.  
 
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