Cápsula N° 40: Kinky wishes

Bonitos los contrastes de la noche contra tus retinas violetas, que ya bañadas en humo expiran contra mi mirada... que lo dice todo y de pronto se empaña de la alegría que se siente cuando sabes que apenas comienza la noche, y durará lo que dura una noche, solo si no me dejo llevar por el pudor de convertirla en el más placentero loop. Y hacemos que no termine mientras tus brazos me destilan a un nuevo paraíso. 

Nos vemos.

Quizás en otras fotografías, en otro siglo, buscando más líos, entre otros vientos, en el nudo de otro cuento, en el extravío de algún azar, en el vacío de una cama que tropiece con tus gustos indígenas y consuele mi curiosidad. 

Te encuentro. Pero primero a mí siendo feliz cuando te beso. Te confieso: es como llegar a casa en pleno invierno con cuatro maletas repletas y sentir -por fin- el alivio del calor que te invita a estar, que te insinúa permanencia, a sentirte a gusto y regresar. 

Te basta con esa linda nariz y un gesto en ella para convertir mi blusita en tus sábanas. Te basta con esas tonterías que ignoras y algunos detalles que no se tocan para retocar mi memoria por, al menos, un par de noches en las que mi piel habite sola.  

Querido...

Es que te sigo queriendo desde lo más plácido de mi humedad hasta las más retorcidas de mis lujurias. Nada ha cambiado desde el último trago con el cual te recité. Pero esta vez te quiero...aquí, debajo de mis luces apagadas, entre mis manos piropeando las coordilleras de tu espalda, sacando con cucharita de postre tus más kinky deseos, esos que invaden mi cabeza y allí descansan, nocturnos, ligeros como las notas de tu whiskey y mi selección de jazz. Te quiero...seguir enseñando a dirigir mis caderas como un volante, mostrándote que tienes manos y son las mejores armas para descargar tu -casi tierna- rabia sexual.


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