Cápsula Nº 1: Para Gertrudis, con cariño

Me encanta la exactitud en la esencia masculina. La indiferencia a lo que indiferencia merece. Ellos y su tacto primitivo en la vida diaria. Esa practicidad para decidir desde el sabor del helado hasta si hoy la noche será morena o rubia. La poca molestia que les causa el arrepentimiento si se extendiese el caso. Su actitud precisa. Su analítica incisiva. Su capacidad mordaz al opinar con la franqueza de un ladrido, al establecer prioridades más lógicas que sentimentales, cargando con la dosis justa de emociones para cada escenario. La sensibilidad torpe que se traduce en ternura, esa ingravidez tanto en lo complejo como en lo cotidiano que todavía a nuestra poncha y a su drama de ópera italiana le cuestan tanto comprender.

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